Éxodo es una de las grandes epopeyas de las Escrituras, reverenciada por personas de todo el mundo. Es fascinante por su relevancia para nuestro viaje con el Señor y la forma en que Él usa un éxodo para llevarnos a cada uno de nosotros a Su voluntad divina. Hay tres etapas en un éxodo: la liberación, el desierto, y el tierra prometida. Cada paso conlleva diferentes desafíos y alegrías, pero cada etapa proporciona una base crucial para la fe.

El Liberación Ocurre cuando la mano de Dios se hace evidente en un movimiento claro y definitivo de tus circunstancias anteriores. Los efectos de esta transición afectan todo lo demás en tu vida. Muchas veces, esto sucede después de haber orado por un cambio durante algún tiempo. La respuesta – el mover de Dios – te prepara para tu próximo viaje inculcando fe. Esta etapa tal vez no lleve mucho tiempo, pero tiene un impacto innegable y sirve como fuente de aliento y esperanza.

Aunque el Desierto Inicialmente es un respiro de “Egipto”, es un arduo lugar de prueba. Puede que comience con un milagro, pero pronto aparecen las pruebas. Entre los que caminan diariamente por el “desierto”, a la mayoría le resulta difícil escuchar la voz de Dios o sentir Su presencia. Si bien es posible que desees las comodidades de Egipto, debes volverte totalmente dependiente de Dios. El Señor decide si estás listo o no para recibir tu promesa según tu madurez y los deseos de tu corazón.

Esta suele ser la fase más larga y tediosa. Sin embargo, no hay un destino definitivo. Es su respuesta a la naturaleza lo que determina el final de su viaje. Podrías regresar a Egipto, seguir vagando por el desierto y vivir fuera de la voluntad de Dios, o acercarte a la tierra prometida. En cualquier caso, Dios ha ordenado el destino.

La entrada a la Tierra prometida puede desafiar tu fe. Algunos podrían creer que la promesa de Dios debe ser un lugar de paz y prosperidad inmediatas – “que mana leche y miel” – simplemente porque es muy esperada. Sin embargo, sólo porque el Señor haya prometido algo no significa que será fácil de obtener o inmediatamente gratificante. Para entrar en la voluntad divina de Dios, a menudo tendremos que actuar en un nivel completamente nuevo de fe y madurez, ya sea asumiendo grandes riesgos, dando generosamente, perdonando a alguien o yendo en contra de nuestra naturaleza carnal. Esto puede resultar desalentador, ya que sin duda hay muchos “gigantes” en la tierra, pero Dios proporcionará los medios para derrotarlos. Después de estas victorias, la tierra prometida ya no será una promesa, sino una realidad ordenada por Dios.

En esta Pascua, recuerda lo que Dios ha hecho y lo que hará por Su pueblo. No importa dónde se encuentre, anímese porque “sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que le aman, los que han sido llamados conforme a su propósito” (Romanos 8:28). Que esta temporada sea de esperanza al recordar la fidelidad de Dios.

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– Jennifer Ann Turner, redactora

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