Para los cristianos occidentales, especialmente los estadounidenses, la naturaleza personal de la fe es bastante real. Recibimos a Jesús como nuestro personal Salvador y nuestras iglesias enfatizan privado tiempo devocional donde el grupo se divide en individuos, cada leyendo su propia Biblia y orando. Sin embargo, en la tradición cristiana se sostiene desde hace mucho tiempo que después de Dios en importancia está la comunión unos con otros en la comunidad de creyentes. En una era en la que la comunidad se está desmoronando social, emocional e incluso tecnológicamente, debemos ser intencionales a la hora de formar lo que solían ser conexiones sociales naturales y fáciles.

En los países más ricos del mundo, especialmente en Estados Unidos, es común que la gente viva en sus propias casas. Los niños suelen tener habitaciones individuales, una para cada niño, y los padres suelen tener su propio césped para cortar y sus casas están alejadas de los vecinos. Sin embargo, hay muchas más comunidades que no funcionan de esta manera, especialmente en ciudades densamente pobladas o regiones de bajos ingresos. En gran parte del mundo, las comunidades muy unidas son parte de la supervivencia del individuo. Así, en estas comunidades, la fe no es sólo individual, sino comunitaria, como lo son muchas otras partes de la vida. Las personas oran unas por otras, hablan entre sí, confían en sus amigos y disfrutan de la conexión comunitaria.

Pero, ¿cuál es, podríamos preguntar, la voluntad de Dios para la iglesia? ¿Son estos estilos de vida simplemente consecuencia de las circunstancias, o se puede encontrar una fe cristiana más rica en comunidades más unidas? Sabemos que Cristo oró al Padre en Juan 17:21 para que los creyentes fueran uno como Él con el Padre. También dijo que seríamos conocidos como Sus discípulos por nuestro amor unos por otros en Juan 13:35. Nuestro Señor también declaró que estamos llamados a un amor más elevado que el que es natural para aquellos controlados por el poder de Satanás, aquellos que no están en el Nuevo Pacto. Dijo que debemos amar más allá de la capacidad humana pecaminosa; debemos amar a los que no nos aman (Mateo 5:46). No sería sorprendente que amáramos sólo a nuestros amigos. ¡Incluso los pecadores aman a quienes los aman!

¿Qué significa esto para los cristianos? ¡Sé proactivo en tu amor! No esperes a que alguien te ame para acercarte a amarlo. Cuando Dios te esté atrayendo hacia alguien, acércate y aprovecha la oportunidad. Si te odian, ámalos todavía. ¿No hizo Jesús esto en el mismo acto de hacerse humano? ¿Cuántos lo han rechazado en toda la predicación del Evangelio? Y, sin embargo, Él, sabiendo esto de antemano en Su omnisciencia, aun así se inclinó y se convirtió en un ser humano. El amor de Dios no espera una respuesta. Su amor es inamovible, inmutable de edad en edad. Con un Dios que es eternamente tres Personas, que derraman amor incondicional unos por otros sin ataduras, ¿cuál debería ser nuestra respuesta? Dirígete a esa persona sentada al final del banco, a la persona que nunca ha ido a la iglesia y a la persona que odia la iglesia. Conócelos. Comuníquese con ellos. Sea Jesús. Esto es comunidad. ¡Esto es amor!

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