Como creyentes, la noción de “esperar en Dios” es parte de nuestra retórica diaria y de los mensajes del domingo por la mañana. Si bien puede parecer un cliché, te reto a que examines tu vida para ver si la evidencia (el fruto) está ahí. Saber que Dios tiene el control y tratar de vivir correctamente no equivale a depender totalmente de Él, así como saber bailar y bailar son dos cosas diferentes. Debería saberlo: hasta hace poco, había estado viviendo por mi propia voluntad. ¿Amé al Señor y traté de vivir con rectitud según la verdad del Señor? Sí, pero lo hice con mis propias fuerzas.

Es muy fácil decir: "Dios, viviré para ti y te daré mi vida, pero quiero tener voz y voto". Fijamos nuestros ojos en nuestras propias esperanzas y sueños sin considerar jamás el destino que Dios ha trazado ante nosotros. Para cumplir este destino y convertirnos en aquello para lo que fuimos creados, debemos enfrentar pruebas y pruebas; de lo contrario, nunca experimentaríamos curación o crecimiento. En algún momento, te encontrarás con una prueba que te llevará hasta el borde mismo de tu punto de ruptura. Podría ser la muerte de un ser querido, la huida de un hijo pródigo, una enfermedad, una tensión financiera... no importa lo que sea, tendrás la opción de cómo responder.

¿Elegirás huir de Dios y de la responsabilidad? ¿Elegirás maldecir tu situación? ¿Permitirás que el enemigo juegue con tu corazón y tu mente? ¿Te sentarás en el charco de tus propias lágrimas y te marchitarás?

¿O elegirás confiar y esperar en Dios?

Lo admito: cuando llegó mi acontecimiento trascendental y demoledor, caí en la desesperación. No había nada que pudiera hacer; no había forma de razonar o reconciliar lo que estaba sucediendo. Permití que voces negativas llenaran mi cabeza y el miedo a lo que vendría después oscurecería mi existencia como alquitrán caliente derramado sobre mi ser. Cuanto más sucedía, más atrapado en la desesperanza y herido me sentía. Perdí de vista mi destino, mi propósito. Acogí con agrado la idea de la muerte.

Pero entonces, la mano de Dios se extendió hacia mi oscuridad y me preguntó: “¿Confiarás en mí, hija? ¿Renunciarás al control de esta situación y me dejarás trabajar?

Desearía poder decir que instantáneamente superé todo e inmediatamente puse toda mi confianza en Dios, pero si bien aceptar o decidir hacer algo muestra tu corazón humilde, aun así debes cumplir con lo que has acordado hacer. Por un tiempo me quedé sentado en la oscuridad, pero ahora la luz de Dios brillaba en medio de ella. Sabía que no estaba solo y Su mano permaneció extendida hasta que estuve listo para extenderla y tomarla. Y desde ese momento, Él me ha guiado a través de la oscuridad –más allá de las artimañas del miedo, la culpa, la ira y la vergüenza– y a un lugar de paz que sobrepasa todo entendimiento, esperanza para la situación, alegría para el duelo y abundancia de amor en medio de la espera del mover de Dios.

“El Señor está cerca de los que tienen el corazón quebrantado y salva a los de espíritu contrito”.

– Salmo 34:18

Mis circunstancias deberían dejarme sin esperanza y lleno de desesperación. Según toda la sabiduría terrenal, debería estar amargado, enojado, lleno de odio y traumatizado. Nadie me culparía si lo fuera. Pero Dios, en su infinito cuidado por mí y por todos los involucrados, me mostró que el amor, el perdón, la esperanza y la confianza en Él lo vencen todo.

Me mostró que mi batalla no era contra las circunstancias naturales, sino espiritual:

“Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales”.

 – Efesios 6:12

Mientras intentas mantener el control sobre una situación mental o físicamente, obstaculizas el mover de Dios. Al comprender que ésta es una batalla espiritual, no natural, reconocerás que sólo Dios puede cambiar las cosas. Debes soltar tu voluntad y control, confiando en que Dios está obrando para el bien de quienes lo aman.

“Entonces sabrá toda esta asamblea que Jehová no salva con espada ni con lanza; porque la batalla es del Señor…”

– 1 Samuel 17:47

“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, es decir, a los que conforme a su propósito son llamados”.

– Romanos 8:28

Su situación puede parecer imposible. Es posible que tema que la reconciliación, la curación o las respuestas no lleguen. Pero sepa esto: Dios puede obrar cualquier milagro, por inconcebible que sea, si tenemos fe, creemos y esperamos en Él. Es un proceso, no una carrera. Cuando tu corazón esté listo y totalmente firme en Dios, vendrá un movimiento.

“Entonces Jesús les dijo: “…Porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible”.

– Mateo 17:20

“Pero Jesús, mirándolos, les dijo: 'Para los hombres esto es imposible, pero para Dios todo es posible'”.

– Mateo 19:26

Mientras atraviesas tu prueba, es imperativo que le pidas a Dios que te revele lo que se ha sembrado o arraigado en ti. Arrepiéntete, pide perdón y entrega tus dolores y problemas a Dios. Libera cualquier culpa o vergüenza: esa es la estratagema del enemigo para arrastrarte de regreso a la oscuridad y no tiene lugar ni autoridad sobre ti. Está bien llorar, pero no te quedes ahí. Participe en la autocuración y el autocuidado, mientras se sumerge en su relación con Dios sin vacilaciones ni obstáculos. Mantén tus ojos en Dios y pide que el Señor tenga su voluntad en tu vida y tu situación.

“Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice el Señor, pensamientos de paz y no de mal, para daros un futuro y una esperanza”.

– Jeremías 29:11

Ten esperanza. Ya sea que usted sea alguien que huye de Dios o que confía en que el Señor se moverá, no es demasiado tarde para que ocurra un milagro y no es demasiado tarde para volver a casa. Pero debemos estar dispuestos a autoexaminarnos, expresar nuestras cargas y fantasías sobre cómo será el milagro o nuestro destino, orar por vida y bendición para la situación y esperar pacientemente en el Señor. Sepa que tiene un destino más grande que cualquier cosa que pueda imaginar. Él está contigo en medio de la tormenta.

– Jennifer Turner, redactora